sábado, 2 de junio de 2007

Las motos y el cine


Valga indicar, de entrada, que este artículo persigue hacer una breve reflexión de la relación que siempre ha existido entre las motos y el cine, relación que percibirán con mayor vigor los amantes de ambas pasiones: motos y cine.

Las motos y el cine tienen en común la capacidad de generar sensaciones íntimas y muy profundas, a veces lejanas de poder explicarse con palabras (¡como tantas otras cosas, pero estamos a lo que estamos!); ya sabéis a qué me refiero: esa sensación de encuentro con uno mismo que se detona utilizando un medio ajeno a nuestro cuerpo pero que se acaba sintiendo como una parte más del mismo, hombre y máquina, la cinta del asfalto, etcétera. Y si hablamos de algo en nuestro cuerpo, ya sabéis lo que se siente con una moto rugiendo entre las piernas.

No tratamos de hablar de las apariciones en sí de la moto en el cine como una presencia anecdótica, sino de la presencia de la motocicleta en el Séptimo Arte que venga a significar algo más, algo que esté a la altura de un personaje adicional, que signifique una coartada argumental con peso específico, un contexto determinante para el resto de la trama, y siempre que exista un interés patente, ya sea por la indiscutible calidad de la obra, o por marcar un antes y un después en la Historia del Cine. No es nuestro objetivo el ser un catálogo exhaustivo de todas las apariciones de la moto en el cine, eso lo dejaremos para las enciclopedias.

Debemos no olvidar que, salvo excepciones que podemos encuadrar más en la temática propia de la ciencia-ficción, y como casi todo en el cine, siempre existirá un nexo de unión del cine con la realidad, siendo lo visto en la pantalla un reflejo más o menos distorsionado de contextos sociales determinados actuales o pretéritos.

En función de esto y tomando la motocicleta ya sea como uno de los ejes fundamentales, ya sea como elemento omnipresente o significativo de una historia, podemos sugerir varias formas de presencia de las motos en el cine:

1) Las motos como elemento expresivo que representa la libertad, la independencia, la alegría de vivir, la unión con la naturaleza, el amor a la vida. Ejemplos: Vacaciones en Roma (Roman Holiday, 1953, William Wyler), Harold y Maude (Harold and Maude, 1971, Hal Ashby), Máscara (Mask, 1985, Peter Bogdanovich), Diarios de motocicleta (Motorcycle Diaries, 2004, Walter Salles). En este apartado podemos referir que la moto se asemeja a lo que pueda proponer una flor para un enamorado, sugiere, representa y transmite la libertad, el cielo abierto sin límites, el mundo a nuestros pies, el viento en nuestra cara, el sentido romántico de la existencia. El viaje en moto siempre predispone hacia un encuentro con uno mismo, siendo en la ficción, como espejo de la realidad, un adecuado conductor y transmisor de sensaciones vitales, dando la oportunidad de encontrar al que busca, de saborear mucho más lo que va pasando ante nuestra mirada. El carácter del individuo que se representa conduciendo una moto será aquí un individuo alegre, audaz, juvenil (sea cual sea su edad), dichoso de vivir, capaz de contagiar su jovialidad al entorno.

Es esta la clase de presencia en el cine más gratificante de todas las que podemos encontrar, por positiva y por ser la más cercana por real, la que posee la capacidad más contundente de emocionar, siendo las de los apartados que siguen más “peliculeras”, nunca mejor dicho. No obstante no podemos olvidarnos que las “presencias” que siguen a ésta existen, y no podemos obviarlas, sobre todo por ser las más numerosas en el cine, y además, qué diablos, también son divertidas.

2) Las motos como característica propia e indisoluble de los delincuentes o fueras de la ley varios. Ejemplos: Salvaje (The Wild One, 1953, Laslo Benedek) con ese Johnny (Marlon Brando) precursor de todos los tipos duros encuerados posteriores, aunque al final se delate como un buen chico en el fondo, Easy Rider. Buscando mi destino (Easy Rider, 1969, Dennis Hopper), Los ángeles del infierno (The Wild Angels, 1966, Roger Corman) Calles de fuego (Streets of Fire, 1984, Walter Hill), Black Rain (Black Rain, 1989, Ridley Scott)… Si bien, aunque nos diviertan, estas películas no dejan de ser las que contribuyen a dar al motorista la “mala fama”, que en algunos casos pudiera tener, sobre todo porque en la vida real la imagen de “tipo duro” que esta clase de motorista quiere transmitir (hablo como ya habréis notado de los Harley Davidson Boys), en la inmensa mayoría de los casos no es más que una máscara, y que debajo de tanto cuero negro y tachuelas lo que encontraríamos sería un hombre (o mujer) normal, sobre todo si buscamos en horario de oficina. Pero la realidad es que esa imagen trasladada al cine se transforma en los chicos malos a los que se dedica este apartado.

http://www.pasadizo.com
Autor:Juan A. Pedrero Santos

1 comentario:

BUDOKAN dijo...

Muy buen post sobre estas dos pasiones de muchos. Hace poco podría sumarse a la lista Ghost Rider. Saludos!